viernes, 10 de octubre de 2014

¿Para qué sirve el agua virtual?

Seguro que alguna vez has oído hablar de la "huella ecológica", un indicador que mide nuestro impacto sobre el medio ambiente. Hace algunos años, la comunidad científica acuñó un concepto análogo relacionado con nuestro consumo de agua -la "huella hídrica"- desarrollando además la idea de "agua virtual". Aunque parecen conceptos simples, hay quien piensa que tienen la llave para desbloquear las crisis mundiales del agua...


La huella hídrica es un indicador que mide el volumen de agua dulce que necesitamos para realizar cualquier actividad. 

Para comprenderlo mejor imaginemos una escena cotidiana: hoy nos vamos de excursión y para comer nos hemos preparado un bocadillo de jamón y queso acompañado de una botella de medio litro de refresco azucarado. Tras un merecido alto en el camino, y tras haber degustado nuestro suculento menú, posiblemente seguiremos la marcha sin ponderar que para producir los alimentos que acabamos de disfrutar ha sido necesario consumir más de 2500 litros de agua. 

El agua que consumimos en un almuerzo, gota por gota

En efecto, la producción de medio litro de cualquier refresco azucarado supone un consumo de unos 100 litros de agua, de los cuales más de un 99% se corresponden con volumen de agua que hay que proporcionarle al cultivo de caña (o de remolacha) para producir azúcar suficiente para edulcorar la bebida. Por su parte, la barra de pan que compramos al salir de casa requiere aproximadamente 250 litros de agua, de los cuales la práctica totalidad corresponden a la producción de trigo.

Un bocata de jamón y queso contiene unos 2100 litros de agua virtual.
Sin embargo, donde realmente encontramos el mayor consumo es en los productos de origen animal. Así, producir 200 gramos de jamón serrano supone un consumo de alrededor de unos 1100 litros de agua.  Este volumen engloba principalmente el agua necesaria para producir los piensos que el cerdo consume desde su nacimiento hasta el momento de su sacrificio. Comparativamente pesa mucho menos el agua que el animal bebe a lo largo de su vida o la que se utiliza para su limpieza. Un razonamiento similar sirve para el queso: para producir 200 gramos de queso es necesario tener leche de vaca, y el animal necesita beber y alimentarse de piensos producidos -una vez más- con agua.

Al volumen de agua que ha sido necesario para fabricar cualquier producto se le llama agua virtual. Por tanto, podríamos decir que hoy hemos "comido" 2500 litros de agua virtual.

¿Para qué sirve el agua virtual?

Todo esto está muy bien, pero la pregunta que podríamos hacernos es si tiene alguna implicación práctica.

En realidad, parece que sí. Muchos científicos piensan que el comercio de agua virtual ayudaría a redistribuir mejor los recursos hídricos en todo el mundo, contribuyendo así a un uso más sostenible del agua. En realidad, esto ya comienza a ocurrir, si bien es más una cuestión accidental que el resultado de un acuerdo internacional encaminado a preservar el planeta.

Pongamos un ejemplo para entenderlo: puede que no hayamos estado nunca en Jordania, pero por su ubicación geográfica -limitando con Arabia Saudí, Israel, Egipto, Irak y Siria- es fácil deducir que se trata de uno de los países más secos del mundo. De hecho, está entre los diez más secos. 

Para muchos, la belleza del concepto de agua virtual radica en la posibilidad de resolver crisis hídricas o corregir desequilibrios entre regiones mediante la importación y exportación de bienes de consumo, principalmente alimentos.

La cuestión es que cada vez que Jordania importa un barco de trigo, está importando mil barcos de agua.

Está claro que estamos hablando de agua virtual. Es decir, a los puertos jordanos del Mar Rojo no llegan barcos cargados de contenedores de agua, sino de trigo. Pero lo cierto es que los habitantes de este país no tienen por qué emplear sus valiosos recursos hídricos en producir un bien que (a) es de primera necesidad, (b) utiliza un volumen apreciable de agua y (c) tiene un valor económico reducido en comparación con otros productos. Y el agua que se ahorran puede utilizarse para obtener productos de mayor valor, fomentar el desarrollo de sectores económicos como el turismo o asegurar la supervivencia de sus ecosistemas acuáticos.



Esta figura, publicada por la Water Footprint Network, nos da una idea del volumen de agua que es necesario consumir para producir algunos bienes de consumo cotidiano. Pulsa sobre la imagen para verla más grande.

En opinión de muchos, la moraleja de la historia es que el planeta saldría ganando si hiciésemos por cultivar cada cosa allí donde fuese más eficiente desde el punto de vista hídrico. Por ejemplo, hay quien argumenta lo siguiente: en España tenemos un nivel económico que nos permite importar cultivos de primera necesidad y bajo valor (como muchos cereales), o de gran consumo hídrico (algodón, otros cultivos industriales, forrajes) de países más húmedos. A cambio, y ya que tenemos buen clima, podemos optimizar el rendimiento de nuestro consumo de agua directo si lo dedicamos a producir cultivos de alto valor y requerimientos hídricos no excesivamente elevados, como los productos de la huerta o la fruta.

¿Hay inconvenientes?

Como es lógico, los conceptos de huella hídrica y agua virtual también tienen sus detractores. Desgraciadamente, vivimos en un mundo donde son frecuentes las tensiones geopolíticas, y estas a menudo conllevan a embargos comerciales, guerras y otras situaciones indeseables. Ningún país está a salvo de verse implicado en este tipo de problemas (no hay más que ver como la guerra de Ucrania -aparentemente lejana-, ha supuesto que Rusia dejase de importar recientemente productos europeos, y por tanto, también españoles). Así, no es fácil que los gobernantes de cualquier país se convenzan de las bondades de depender de terceros países para la producción de alimentos de primera necesidad. 

Por otra parte, decir que es necesario producir las cosas allí donde las condiciones hídricas son más ventajosas suena bien si pensamos con una mentalidad púramente "hidrocéntrica". Sin embargo, intervienen otros muchos factores. Por ejemplo, millones agricultores de todo el mundo tendrían que adaptarse y cambiar radicalmente sus patrones de cultivo, lo que evidentemente no resultaría fácil. Por el mismo motivo, sería necesario modificar las cadenas de producción, incluyendo la configuración de las industrias agroalimentarias. Además, es fácil comprender que ejecutar cambios de esta magnitud a escala mundial es una tarea compleja de coordinar, y que sería casi imposible evitar que se produjesen desajustes. Estos a su vez implicarían riesgos económicos de primer orden, tanto para los productores como para algunos países.

En resumen, podríamos decir que la huella hídrica y el agua virtual son conceptos relativamente nuevos, y que su potencial real todavía está por descubrir. El tiempo nos dirá si realmente pueden ayudar a paliar los desequilibrios hídricos que, por desgracia, sufren muchas regiones de la Tierra.