Llevo una semana en Iraq. Estoy participando en un proyecto de la Agencia Europea de Cooperación que tiene por objeto poner en marcha una red para el control automático de la calidad de aguas de los ríos del país, que es la que se usa para el abastecimiento doméstico de agua de las principales ciudades.
Iraq es una inmensa planicie de color blanquecino, arenosa y polvorienta, sin vida; un país asolado por la guerra que vive en conflicto prácticamente ininterrumpido desde comienzos de la década de los ochenta. En las ciudades abundan los edificios en ruinas. Muchas calles son auténticas escombreras.